Los científicos descubren un sensor molecular que podría desorientar al parásito de la malaria para evitar que cause daños e impedir cientos de miles de víctimas.
Científicos de la Universidad de Ginebra (UNIGE) han descubierto que el parásito causante de la malaria, una enfermedad que causa más de 600 000 muertes al año en el mundo, utiliza unos sensores especiales para actuar que, convenientemente manipulados, podrían desorientar y desactivar a este patógeno.
El hallazgo, publicado recientemente en la revista especializada Science Advances, indica que el parásito causante de la malaria, del género plasmodium, tiene unos sensores ausentes en otros microbios capaces de diferenciar si se encuentra en un ser humano o en un mosquito.
Eso es algo vital para el ciclo de expansión del parásito, que es transmitido por el mosquito anófeles a los seres humanos a través de sus picaduras; de ahí pasa al hígado donde crece durante unos diez días, más tarde al sistema sanguíneo humano contagiando glóbulos rojos, y una vez allí puede nuevamente “viajar” a otro mosquito.
“El sensor está hecho de cinco proteínas, y si se elimina, el parásito no se da cuenta de que ha dejado de estar en la sangre para llegar al mosquito, con lo que ya no es capaz de continuar su desarrollo”, indicó el profesor del Departamento de Microbiología de la universidad Mathieu Brochet.
El patógeno también puede quedar “desorientado” si se manipulan sus sensores cuando se encuentra en la fase de expansión en la sangre del cuerpo humano: normalmente, en esa etapa se desarrolla en los glóbulos rojos, y cada 48 horas destruye los que ha contaminado para multiplicarse y parasitar otros nuevos.
Cuando el plasmodium se encuentra en el hígado, el paciente no muestra ningún síntoma, mientras que en la fase de multiplicación a través de los glóbulos rojos sufre ya episodios de fiebre muy alta.
“Observamos exactamente el mismo mecanismo: sin el sensor, el plasmodium está atrapado en los glóbulos rojos, es incapaz de continuar su ciclo infeccioso”, añadió el microbiólogo.
Vía: Science Advances