
Con Añez, 12 meses exiliado; Con Lucho Arce 7 meses confinado.
Evo Morales, el primer presidente indígena de Bolivia, ha sido —y sigue siendo— una figura central y profundamente polarizadora en la historia política contemporánea del país. Su llegada al poder representó un hito para millones de bolivianos históricamente marginados, especialmente del mundo indígena y rural.
El golpe de Estado y su exilio
En noviembre de 2019, Morales fue abruptamente derrocado mediante un golpe cívico-militar-policial, lo que lo obligó a solicitar asilo político, primero en México y luego en Argentina. Durante el gobierno interino de Jeanine Áñez, el país vivió una de sus etapas más oscuras: MORALES DEBIÓ EXILIARSE POR UN AÑO, mientras sus seguidores —en su mayoría campesinos e indígenas— fueron reprimidos, detenidos y asesinados en hechos trágicos que aún estremecen la memoria nacional: las masacres de Sacaba (Huayllani) y Senkata.
El retorno, la victoria electoral y la traición
La victoria electoral del MAS-IPSP en 2020, con Luis Arce Catacora a la cabeza, pareció abrir un nuevo capítulo para Bolivia. Sin embargo, lejos de representar una reconciliación política, los hechos recientes revelan una realidad alarmante. MORALES, líder histórico del instrumento político que llevó a Arce al poder, ha sido marginado, perseguido y AHORA CONFINADO, bajo amenaza de detención desde hace más de siete meses.
La situación llegó a un punto crítico el 27 de octubre de 2024, cuando se denunció un intento de magnicidio en su contra, orquestado por un grupo de élite con participación de agentes bolivianos y extranjeros, y con apoyo internacional, incluido el de la CIA. De confirmarse, estaríamos ante uno de los atentados más graves contra la vida de un exmandatario en América Latina en tiempos recientes.
Unos meses más tarde en noviembre de 2024, más de 120 dirigentes sociales han sido detenidos, y las movilizaciones indígenas son reprimidas sistemáticamente por fuerzas policiales.
Lawfare y el resurgir de viejas prácticas
La persecución política —venga de donde venga— mina los pilares de la democracia y profundiza la división social. En este caso, Evo Morales es víctima de una vendetta política impulsada por el mismo aparato que alguna vez lo acompañó. Esta dinámica remite a una forma MODERNA DE DICTADURA: el LAWFARE, la instrumentalización del sistema judicial para perseguir, proscribir y encarcelar a líderes populares y campesinos.
No es casual que resurjan las prácticas represivas que recuerdan a los años 70 y 80, solo que con una apariencia institucional. Hoy la represión se ejecuta desde los estrados judiciales, con fiscales y jueces al servicio del poder político.
27 de mayo: mujeres de pollera, ayer y hoy
Este 27 de mayo, Bolivia celebra el Día de la Madre en homenaje a las heroicas mujeres de la Coronilla, quienes enfrentaron al ejército colonial español. Sin embargo, la historia parece repetirse con otros actores. La mujer indígena de pollera sigue siendo víctima de agresiones, represión y olvido.
Un 27 de mayo de 1998, en la población de Sajta Palmar, las Fuerzas de Tarea Conjunta ingresaron con el pretexto de la erradicación forzosa de coca. Durante su intervención, se denunciaron robos, detenciones arbitrarias y abusos sexuales contra mujeres que solo defendían su tierra y su derecho a vivir en paz. En esa época, Evo Morales emergía como dirigente sindical, alzando su voz por aquellos que no tenían quién los defendiera.
Hoy, ese mismo líder indígena continúa siendo acosado, insultado y amenazado por quienes, desde el poder, han heredado las viejas prácticas del autoritarismo bajo nuevas formas.

Conclusión
Lo que está en juego no es solo el destino de un expresidente, sino la salud democrática de Bolivia. Evo Morales representa más que una figura política: encarna el conflicto histórico entre poder, identidad e igualdad. Mientras esos conflictos no se resuelvan con justicia y diálogo, la herida nacional seguirá abierta.