En algunas de las principales calles de La Paz se puede ver un enorme cartel con la imagen del presidente boliviano, Luis Arce, y un mensaje muy sencillo: «Bolivia tiene la inflación más baja de toda América, apenas un 1,2%». Es el logro del partido de Gobierno de Evo Morales, elegido en octubre de 2020 después de un año de gobierno interino de la golpista Jeanine Áñez. Arce, antiguo ministro de Economía de Morales, ha conseguido devolver el Movimiento al Socialismo (MAS) al poder y mantener una envidiable estabilidad económica. Una situación que pocos esperaban un par de años atrás, cuando un golpe de Estado expulsó al MAS del poder.
La izquierda boliviana está viviendo una segunda oportunidad, tras los 13 años de presidencia ininterrumpida de Evo Morales (2006-2019), pero el Gobierno ha perdido el impulso transformador de los primeros años.
Durante un año, gobernó el país la conservadora Jeanine Áñez, una senadora con poca relevancia política hasta entonces. Su gobierno fue “desastroso”, en palabras del politólogo residente en La Paz Carlos Heras, experto en la oposición boliviana. A la represión violenta de los partidarios del MAS, que provocó al menos 37 muertes en los días siguientes a las elecciones de octubre de 2019, se sumó una nefasta gestión de la pandemia y una corrupción descarada, simbolizada por el escándalo del sobrecoste en la compra de respiradores para enfermos de COVID-19. El gobierno que venía a corregir los supuestos desmanes del MAS fue ampliamente percibido como “inoperante”, según Heras.
Después de varios intentos de posponerlas, el gobierno interino se vio obligado a convocar elecciones para octubre de 2020, en las que el candidato del MAS Luis Arce (Lucho) arrasó con un 55% de los votos. Un porcentaje que sugiere que Arce recuperó a parte de las clases medias que se habían alejado del MAS. El politólogo y periodista boliviano Fernando Molina aclara estas razones.
A 26 puntos de diferencia de Arce quedó Carlos Mesa, que había sido el principal opositor a Morales. Mesa, que había construido buena parte de su legitimidad rechazando el empeño de Morales en ampliar el límite de mandatos presidenciales, vio muy debilitada su imagen de defensor de la democracia al alinearse con el gobierno golpista. Áñez retiró su candidatura, ya que su espacio electoral había sido ocupado por el ultraderechista Luis Fernando Camacho. Camacho, que también estuvo implicado en el golpe de Estado, obtuvo solo el 14% de los votos pero posteriormente consiguió ser elegido gobernador del Departamento de Santa Cruz, un territorio tradicionalmente opositor.
Segunda era del MAS
Así empezó la segunda era del MAS en el poder, muy distinta de la “época heroica” de Evo Morales, como la llama Molina. Pese a dejar maltrecha a la oposición con su rotunda victoria, Arce se encontró un escenario poco halagüeño al llegar al poder: la pandemia y la crisis económica derivada de ella.
Casi dos años después, el que fue el artífice del ‘milagro económico’ boliviano como ministro de Evo Morales, puede presumir de que Bolivia tiene la menor tasa de inflación del continente; asimismo, por ahora, la población apenas nota las turbulencias económicas provocadas por la guerra rusa en Ucrania, lo que le vale a Arce ser hoy la personalidad política más popular de Bolivia.
Sin embargo, la estabilidad económica no está totalmente garantizada a largo plazo. Molina advierte de que el Gobierno está incurriendo en déficit para mantener el crecimiento económico, lo que pone en entredicho las abundantes reservas de dólares acumuladas durante los gobiernos de Morales. Uno de los elementos claves es la subvención a la gasolina, que absorbe una parte considerable del presupuesto estatal.
Aun así, el Gobierno tiene a su favor, según Molina, la alta confianza de la población en el boliviano (la moneda nacional), que contrasta con el hundimiento de la confianza monetaria en otros países latinoamericanos, especialmente Argentina. Más de 15 años después de su llegada al poder por primera vez, el MAS se ha convertido en sinónimo de crecimiento económico y estabilidad para muchos bolivianos y bolivianas.
El gobierno de Arce está manteniendo calmadas las aguas económicas pero ha perdido el impulso transformador que definió el llamado “proceso de cambio” iniciado con la histórica elección de Morales en 2005 –fue el primer presidente indígena de Bolivia–. En esos primeros años, el MAS impulsó una nueva Constitución progresista, que creaba un Estado plurinacional adaptado a la diversidad étnica y cultural de un país donde la población indígena es mayoritaria, aunque ha estado tradicionalmente excluida del poder.
Además, los primeros gobiernos del MAS nacionalizaron parcialmente los hidrocarburos –principal fuente de riqueza del país– y desarrollaron ambiciosos programas sociales que permitieron reducir la pobreza y las desigualdades mientras crecía la economía, en la línea de otros gobiernos de la primera ‘marea rosa’ latinoamericana.
El antiguo ministro de Economía de Morales no está para grandes novedades. En palabras de Heras, Lucho se conforma con “mantener la estabilidad económica y el crecimiento, con un patrón de asistencia a las personas más pobres y mantener el ritmo de construcción de infraestructuras”. Mantener, no transformar. No en vano Arce ha sido comparado con Mariano Rajoy, por su estilo político pasivo (ante la duda, actuar poco).
Perspectivas para 2025
Todavía quedan tres años, pero las miradas ya se dirigen a las próximas elecciones generales, en 2025. La oposición está muy debilitada después de la derrota de 2019 pero se ha consolidado en Santa Cruz, el departamento más rico de Bolivia y foco tradicional de contestación de los gobiernos del MAS.
El mes de agosto se ha vivido un episodio más del enfrentamiento entre el poder central y las élites de Santa Cruz, esta vez a raíz de la decisión del Gobierno de retardar la elaboración del censo, que determina el reparto de escaños y recursos económicos entre territorios, decisión interpretada por el gobernador Camacho como una maniobra para evitar transferir más recursos a su departamento.
Santa Cruz seguirá siendo una plataforma para los partidos opositores, pero su opción más realista para ganar en 2025 es una eventual división del MAS. Como explica Fernando Molina, Evo Morales sigue muy presente en la vida del partido y está dispuesto a volver a ser candidato.
La Marea
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